Cuando conocemos a alguien y comenzamos una relación es algo maravilloso. De repente tenemos a alguien a nuestro lado, una persona que es muy especial con el que nos divertimos que nos cuida, nos ve guapos, con el que sentimos una conexión muy fuerte y con que podemos tener proyectos de futuro. La vida parece que nos sonríe y es así.

Y es que la pareja tiene la capacidad de ser la llave que abre nuestro corazón. Y si tienes suerte, con el tiempo, querrás abrir esa puerta a la persona que tienes delante.

Cuantas veces, nos hemos visto zanjando una conversación o discusión diciendo: ¡es que yo soy así!

Y es verdad que somos como somos y que ante ciertas circunstancias reaccionamos normalmente de la misma manera. ¿Pero qué pasa cuando algunas cosas de tu forma de ser te están haciendo sufrir y está haciendo daño a otras personas alejándote de ellas?

A lo largo del día nos van sucediendo cosas y nos vemos en múltiples escenarios actuando de diferentes maneras. Conviene pararse a reflexionar cómo nos comportamos ante lo que nos sucede. Hoy te animo a reflexionar si normalmente tienes una reacción automática o una respuesta ante las situaciones.

A medida que vamos viviendo vamos acumulando experiencias y vivencias que van conformando lo que es nuestra vida.

Sucede en algunas situaciones, que hay algunos temas que no hemos cerrado del todo, cosas pendientes como duelos por perdidas no superadas, quizá hechos que no hemos aceptado o de los que nos avergonzamos, resentimientos…etc.

A menudo explico que nuestro cerebro es como un mueble que tienes muchos cajones. En la infancia, y a medida que vamos creciendo vamos clasificando y almacenando información en cada uno de los compartimentos. Tenemos los cajones con etiquetas temáticas por ejemplo en un cajón pone “Familia” en otros “Pareja”, “Trabajo”, “Dinero”…etc.